A principios de enero de 1947, mis padres escribieron sobre el desastre natural que azotó nuestra zona: ¡una invasión de langostas!
Mamá escribió: En este momento estamos sufriendo una de las 10 plagas que recibieron los egipcios: la plaga de langostas.
Aunque las cartas se referían a ellos constantemente como saltamontes, sentí curiosidad por saber si había una diferencia entre saltamontes y langostas. Descubrí que, aunque son de la misma especie, estos insectos pueden cambiar su apariencia y comportamiento. Bajo ciertas condiciones, los saltamontes verdes, tímidos, se vuelven marrones, se hacen gregarios y pululan agresivamente, mientras que los saltamontes originales permanecen solitarios.
En la Biblia, ambos se enumeran como comestibles, junto con los grillos. “Los únicos insectos alados que puedes comer son langostas, saltamontes y grillos. Todos los demás insectos alados que se arrastran son demasiado repugnantes para que los comas" (Lev. 11:20-23).
La primera mención de langostas está en Éxodo 10: 13-15, allí se describe la octava plaga infligida al Faraón y su pueblo. “Al amanecer, el viento del oriente trajo la langosta. Esta subió sobre toda la tierra de Egipto y se posó muy densamente en todos los rincones del país. Nunca antes hubo tal plaga de langosta, ni la habrá después. Cubrieron la superficie de toda la tierra, de modo que la tierra se oscureció. Devoraron toda la hierba de la tierra y todo el fruto de los árboles que había dejado el granizo. En toda la tierra de Egipto no quedó nada verde ni en los árboles ni en la hierba del campo.”
Mi mamá pasó a comparar nuestra experiencia con la de los egipcios: No creo que sea tan mala como aquella, pero a nosotros nos parece terrible. . . En Santa Eufemia, las tiendas de productos secos, sastrerías, etc. tuvieron que cerrar porque las langostas se comían los materiales. Las paredes exteriores de las casas están tan sólidamente invadidas por ellas que desde lejos parece como si estuvieran cubiertas de hiedra. Día y noche, los hombres las queman por miles con lanzallamas o antorchas. En algunos lugares no queda nada verde.
Una mañana nos despertamos y encontramos parte de nuestro patio cubierto con ellas. Para evitar que se comieran todo nuestro césped, las hojas de palmera, las flores, etc., fuimos a la casa de uno de los creyentes y él vino y las quemó de inmediato. Todavía eran jóvenes y en 15 días (el tiempo que tardan en crecer lo suficiente para volar) probablemente se habrían comido todo lo verde en nuestro patio.
La descripción de papá siguió un par de días después, junto con la promesa de enviar fotos: Ahora la plaga de langostas. Ha llegado a La Carlota. Saqué una foto ayer y espero tomar algunas más para que ustedes crean lo que decimos. Afortunadamente, esas pocas fotos descoloridas sobrevivieron estas muchas décadas para ilustrar las palabras que siguen.
Cubren árboles, suelo, casas y todo, de modo que ya no caben más. Hay un río justo al borde de nuestro pueblo, pero eso no les molestó en absoluto. Cruzaron el río. Marchan como un ejército y siguen llegando sin fin. La lucha contra ellas es sin duda un buen ejemplo de cómo debe ser una guerra. Si quieres ganar una guerra, todo lo que debes hacer es tener muchos hombres para que, sin importar cuántos mueran, se pueda seguir avanzando.
Me acordé de las inspiradas palabras de Agur en Proverbios 30. Él alaba a las langostas, entre las cuatro cosas pequeñas pero muy sabias de la tierra, por su cooperación guerrera y su ataque implacable: "las langostas no tienen rey, sin embargo, avanzan juntas y en filas".
Más tarde descubrí un artículo que papá escribió para la revista denominacional donde describía esta “pestilencia”, atribuyendo, de manera interesante y poética, a esas criaturas, motivos malignos.
Ese año, 1947, John E. Parker, experto del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, fue invitado por el gobierno argentino para estudiar el problema de la langosta y ofrecer soluciones. En septiembre presentó su informe “Comentarios y sugerencias sobre el control de la langosta en Argentina”. Visitó las provincias con mayor infestación, consultó con quienes se dedicaban al control de la langosta y estudió las medidas empleadas. Comenzó su informe con el punto que quería enfatizar. "Al llegar al país en medio de uno de sus peores brotes de langostas, me sorprendió mucho descubrir que no se había hecho ningún intento serio para prevenirlo destruyendo los insectos mientras estaban concentrados en sus cuarteles de invierno". Por lo tanto, sus recomendaciones se centraron más en intensificar agresivamente las medidas preventivas que en los métodos utilizados para combatir la plaga. Dichas recomendaciones se enumeraron y compararon en función de sus costos y efectividad.
Me pregunté si hubo más invasiones destructivas de langostas como las que habíamos presenciado, o si se evitaron. Encontré algunas respuestas en un artículo del New York Times del 26 de enero de 2016 "Argentina lucha para combatir la mayor plaga de langostas en 60 años". La agencia de inspección agrícola del gobierno y las autoridades provinciales habían intensificado sus esfuerzos para exterminar a los insectos en sus primeras etapas en los bosques secos del norte del país, pero no fue suficiente. Algunas áreas son impenetrables y las nubes de langosta, incontrolables, nubes de más de 6 km de largo y casi tres de alto. Se estableció una línea directa de emergencia para reportar avistamientos y coordinar respuestas que minimizaran el daño.
En ninguno de los escenarios mencionados, las langostas se describieron como "un regalo del cielo, no una plaga", como Frank Hopkins se refiere al enjambre que lo golpeó en 1890 durante la carrera de 4800 Km. por el desierto como se muestra en la película de 2004 Hidalgo. Para él y su caballo, las langostas representaban un alimento que necesitaban desesperadamente.
Mis padres no hicieron una comida con la abundancia de langostas, a pesar de la aprobación bíblica.
En ese entonces, siendo una niña pequeña, ¿me habría aventurado yo a jugar con los insectos voladores que saltan, zumban o me atrevería a tomar uno y metérmelo en la boca? Lo más probable es que no me permitieran salir afuera mientras durase la invasión de langostas. Sin embargo, algunas de ellas probablemente se abrieron paso al interior. En los rincones más lejanos de mi memoria hay una imagen de marcas como de viruela dejadas en los muebles.
Hubo al menos un personaje bíblico que entendió los beneficios de una dieta de langostas y miel: ¡Juan el Bautista, uno de los primeros minimalistas!
Entonces me pregunto yo, ¿qué “regalos del cielo” podría estar perdiendo, pasando por alto, o evitando?
Este dilema me llevó a profundizar en las muchas referencias a las langostas que hay en la Biblia, ¡más de treinta!
Esto es lo que aprendí. Las langostas son:
• Nutritivas: " De estos insectos podrán comer toda clase de langostas, y toda clase de grillos y saltamontes” (Lev. 11:22 RVC). La clara mención de estos insectos comestibles ricos en proteínas me llevó a pensar si no habrían sido una parte regular de la dieta de los israelitas.
• Numerosas: Siempre que la Escritura busca trasmitir el concepto de innumerables masas, se refiere a langostas: venían con sus ganados y con sus tiendas, siendo como langostas por su multitud. Ellos y sus camellos eran innumerables” (Jueces 6:5 RVA).
• Obedientes: Se desarrollan y se comportan según lo programado por el Creador. Joel escribió sobre las etapas por las que atraviesan. “Lo que dejó la oruga lo comió la langosta, y lo que dejó la langosta lo comió el pulgón, y lo que dejó el pulgón lo comió el saltón (Joel 1:4 RVA).
Más allá de eso, Dios es su Comandante, él tiene el control. “Habló, y vinieron langostas y pulgón sin número (Salmo 105:34 RVA). “También entregó sus productos a la oruga,y el fruto de sus labores a la langosta (Salmo 78:46 RVA).
El rey Salomón en su oración de dedicación del templo, enumera una variedad de escenarios provocados por los pecados de la gente, entre ellos la devastación causada por la langosta. Luego le ruega a Dios “escucha las oraciones y las súplicas que te haga tu pueblo, o cualquiera de tus hijos, cuando sufran por su desgracia y, arrepentidos, levanten sus brazos hacia este templo; escúchalos desde los cielos, donde habitas, y perdónalos; tú, que conoces el corazón de todo ser humano, (1Reyes 8:38-39 RVC)
Dios se le apareció a Salomón y dijo: "He escuchado tu oración", y continúa mencionando langostas entre algunos de los juicios traídos sobre el pueblo. Luego, en su misericordia, extiende la esperanza.
Me acordé de las inspiradas palabras de Agur en Proverbios 30. Él alaba a las langostas, entre las cuatro cosas pequeñas pero muy sabias de la tierra, por su cooperación guerrera y su ataque implacable: "las langostas no tienen rey, sin embargo, avanzan juntas y en filas".
Más tarde descubrí un artículo que papá escribió para la revista denominacional donde describía esta “pestilencia”, atribuyendo, de manera interesante y poética, a esas criaturas, motivos malignos.
Marchando, marchando, marchando, los multitudinarios ejércitos marcharon sobre sus enemigos deseando nada más que su destrucción. Aunque fueron calcinados por el fuego, aplastados y atrapados en profundos agujeros por millones, continuaron su marcha con una fuerza y devastación incesantes.
Era interesante leer los informes de los diarios sobre las hordas devastadoras de langostas en vuelo desde Brasil, yendo hacia el sur hasta llegar a la punta del continente.
Mientras volaban, nos sorprendió su número y su rápida partida. Siete semanas revelaron que, aunque no habían comido demasiado, habían hecho algo mucho peor: pusieron millones de huevos.
Primero notamos las carreteras cubiertas con una especie de cosa negra con forma de guijarro. Luego se hicieron más grandes, cambiaron de color a verde y llenaron los árboles y las plantas. Pronto invadieron las ciudades, marchando, comiendo, destruyendo, día y noche.
Mientras conducíamos por la calle principal de uno de nuestros pueblos, una imagen inusual se presentó ante nuestros ojos: calles, veredas y edificios cubiertos de langostas; gente parada en la puerta de sus casas con ramas de árbol en la mano haciendo un último y desesperado esfuerzo contra el enemigo. Habían destruido todos los árboles de sombra, los frutales y las hortalizas. La gente estaba decidida a evitar, al menos, que entraran en sus casas. En este país, la plaga de Egipto de aquel entonces no necesita explicación.
Pared cubierta de langostas Al ver la plaga en los pueblos de los alrededores, nos preguntamos si se podría hacer algo para detener su entrada a La Carlota. Nos alegramos cuando vimos el uso exitoso de barreras de chapa metálica alrededor del pueblo. ¡Nuestro optimismo nos llevó a creer que cuando a estos pequeños saltamontes les crecieran las alas, volarían y nos salvaríamos!
Para nuestra decepción, simplemente entraron al pueblo volando. Se podían detener a las que saltaban con barreras de hojalata, lanzallamas y pozos, pero no se podía hacer nada contra las voladoras. Dejaron el paisaje veraniego peor que cualquier paisaje invernal, porque no solo se comieron las hojas de los árboles sino gran parte de la corteza.Esta terrible plaga primero se comió todas las cosas verdes que había. Destruyeron por completo la cosecha de maíz en gran parte del país. Si entraban a las casas, comían cortinas, ropa, e incluso muebles. Cuando no hubo nada más a su alcance, se comieron unos a otros.En el Campamento de Jóvenes, las langostas se comieron pantalones, trajes de baño, himnarios y batas de damas.No solo fueron destructivas por su alimentación, también provocaron grandes cambios en los horarios de los trenes. Las miríadas de langostas aplastadas en las vías dejaron tanto aceite que varios trenes quedaron varados en el campo sin arena y muchas veces con combustible insuficiente. Algunos trenes llegaron a sus destinos con seis y doce horas de retraso. Las langostas aplastadas también provocaron accidentes en las rutas. Un camión grande con remolque volcó y quedó destruido al resbalar sobre las langostas.2
Ese año, 1947, John E. Parker, experto del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, fue invitado por el gobierno argentino para estudiar el problema de la langosta y ofrecer soluciones. En septiembre presentó su informe “Comentarios y sugerencias sobre el control de la langosta en Argentina”. Visitó las provincias con mayor infestación, consultó con quienes se dedicaban al control de la langosta y estudió las medidas empleadas. Comenzó su informe con el punto que quería enfatizar. "Al llegar al país en medio de uno de sus peores brotes de langostas, me sorprendió mucho descubrir que no se había hecho ningún intento serio para prevenirlo destruyendo los insectos mientras estaban concentrados en sus cuarteles de invierno". Por lo tanto, sus recomendaciones se centraron más en intensificar agresivamente las medidas preventivas que en los métodos utilizados para combatir la plaga. Dichas recomendaciones se enumeraron y compararon en función de sus costos y efectividad.
Me pregunté si hubo más invasiones destructivas de langostas como las que habíamos presenciado, o si se evitaron. Encontré algunas respuestas en un artículo del New York Times del 26 de enero de 2016 "Argentina lucha para combatir la mayor plaga de langostas en 60 años". La agencia de inspección agrícola del gobierno y las autoridades provinciales habían intensificado sus esfuerzos para exterminar a los insectos en sus primeras etapas en los bosques secos del norte del país, pero no fue suficiente. Algunas áreas son impenetrables y las nubes de langosta, incontrolables, nubes de más de 6 km de largo y casi tres de alto. Se estableció una línea directa de emergencia para reportar avistamientos y coordinar respuestas que minimizaran el daño.
En ninguno de los escenarios mencionados, las langostas se describieron como "un regalo del cielo, no una plaga", como Frank Hopkins se refiere al enjambre que lo golpeó en 1890 durante la carrera de 4800 Km. por el desierto como se muestra en la película de 2004 Hidalgo. Para él y su caballo, las langostas representaban un alimento que necesitaban desesperadamente.
Mis padres no hicieron una comida con la abundancia de langostas, a pesar de la aprobación bíblica.
En ese entonces, siendo una niña pequeña, ¿me habría aventurado yo a jugar con los insectos voladores que saltan, zumban o me atrevería a tomar uno y metérmelo en la boca? Lo más probable es que no me permitieran salir afuera mientras durase la invasión de langostas. Sin embargo, algunas de ellas probablemente se abrieron paso al interior. En los rincones más lejanos de mi memoria hay una imagen de marcas como de viruela dejadas en los muebles.
Hubo al menos un personaje bíblico que entendió los beneficios de una dieta de langostas y miel: ¡Juan el Bautista, uno de los primeros minimalistas!
Entonces me pregunto yo, ¿qué “regalos del cielo” podría estar perdiendo, pasando por alto, o evitando?
Este dilema me llevó a profundizar en las muchas referencias a las langostas que hay en la Biblia, ¡más de treinta!
Esto es lo que aprendí. Las langostas son:
• Nutritivas: " De estos insectos podrán comer toda clase de langostas, y toda clase de grillos y saltamontes” (Lev. 11:22 RVC). La clara mención de estos insectos comestibles ricos en proteínas me llevó a pensar si no habrían sido una parte regular de la dieta de los israelitas.
• Numerosas: Siempre que la Escritura busca trasmitir el concepto de innumerables masas, se refiere a langostas: venían con sus ganados y con sus tiendas, siendo como langostas por su multitud. Ellos y sus camellos eran innumerables” (Jueces 6:5 RVA).
• Obedientes: Se desarrollan y se comportan según lo programado por el Creador. Joel escribió sobre las etapas por las que atraviesan. “Lo que dejó la oruga lo comió la langosta, y lo que dejó la langosta lo comió el pulgón, y lo que dejó el pulgón lo comió el saltón (Joel 1:4 RVA).
Más allá de eso, Dios es su Comandante, él tiene el control. “Habló, y vinieron langostas y pulgón sin número (Salmo 105:34 RVA). “También entregó sus productos a la oruga,y el fruto de sus labores a la langosta (Salmo 78:46 RVA).
El rey Salomón en su oración de dedicación del templo, enumera una variedad de escenarios provocados por los pecados de la gente, entre ellos la devastación causada por la langosta. Luego le ruega a Dios “escucha las oraciones y las súplicas que te haga tu pueblo, o cualquiera de tus hijos, cuando sufran por su desgracia y, arrepentidos, levanten sus brazos hacia este templo; escúchalos desde los cielos, donde habitas, y perdónalos; tú, que conoces el corazón de todo ser humano, (1Reyes 8:38-39 RVC)
Dios se le apareció a Salomón y dijo: "He escuchado tu oración", y continúa mencionando langostas entre algunos de los juicios traídos sobre el pueblo. Luego, en su misericordia, extiende la esperanza.
“. . . si mando a la langosta a consumir la tierra. . . si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra (II Crón. 7:13-14 RVC).
La gracia de Dios va aún más lejos cuando Él promete: Yo les restituiré los años que comieron la oruga, el pulgón, el saltón y la langosta; mi gran ejército que envié contra ustedes” (Joel 2:25 RVA).
Seguramente no agregaré langostas a mi dieta, pero no quiero perder las lecciones que vienen del sufrimiento, son un regalo del Cielo.
La gracia de Dios va aún más lejos cuando Él promete: Yo les restituiré los años que comieron la oruga, el pulgón, el saltón y la langosta; mi gran ejército que envié contra ustedes” (Joel 2:25 RVA).
Seguramente no agregaré langostas a mi dieta, pero no quiero perder las lecciones que vienen del sufrimiento, son un regalo del Cielo.