martes, 14 de junio de 2022

Entrevista con Mirtha



Antes de publicar el capítulo previo, la historia de mi amiga Mirtha, me comuniqué con ella pidiendo su permiso o aprobación y para que corrigiera cualquier dato erróneo. Cuando lo leyó, quiso aclarar algunos detalles. Pero aun más, deseaba contarme por qué los eventos de ese día de la estadía en Buenos Aires fueron tan significativos.

Decidí hacerle una serie de preguntas para comprender mejor su trayectoria desde el principio.

—¿Qué edad tenías cuando contrajiste la poliomelitis?

—Era bebé, ocho meses tenía. Mis padres habían sido trasladados desde Cabrera, donde pastoreaban la Iglesia de los Hermanos, a la ciudad de Laboulaye para levantar la iglesia allí. Yo tenía unos seis o siete meses y a los cuarenta días de llegar ellos a Laboulaye, yo contraje la poliomelitis.

—¿Cuáles fueron los primeros síntomas?

—Me contó mi hermana Sara que lo primero que notó mi mamá es que solo movía los ojitos y las primeras falanges de los deditos. Pero Mami me contó que cuando ella me quiso levantar de la cuna para darme la mamadera, parecía que no tenía huesos ni columna, porque me doblaba como un trapo. Me levantó y yo me doblaba para cualquier lado. Fue tremendo el golpe para ella ver esto. Entonces mandó a mis hermanas, Sara y Eunice, que fueran a buscar a un médico que vivía enfrente, el Dr. Boris Joffe, judío. El vino con otro que vivía en la esquina de esa misma vereda. 

—No puedo ni imaginar la angustia que habrán sentido tus padres.

—Mi papá no estaba porque había empezado enseguida a recorrer lo que sería la diócesis de la iglesia de Laboulaye que habían empezado a visitar dos pueblos de alrededor, General Levalle y Jovita. Entonces él no estaba cuando mi mamá descubrió y me encontró en ese estado.
Vinieron esos dos médicos y enseguida detectaron el problema. 

—Sra., hay cuatro casos de poliomelitis en la ciudad —le dijeron—. Este es el quinto y es el peor. Esta nena no va a vivir. Le faltan muy pocos milímetros para que la poliomelitis tome el cerebro.

—¡Qué duro para tu papá encontrarse con esa noticia a su regreso! Y, pensar que su esposa tuvo que enfrentar todo sola. Inimaginable.

—El papito era muy evangelizador. Me cuenta Sara, y yo también tengo recuerdos, que casi todas las tardes él salía y visitaba sistemáticamente a los miembros de la iglesia por turno, o los atendía en su escritorio.  Pero siempre que salía, llevaba una buena cantidad de folletos, como se solía utilizar mucho antes para evangelizar, y mientras iba o volvía de visitar a los creyentes, siempre repartía folletos y hablaba del Señor con la gente que se le cruzaba.
El visitaba sistemáticamente en los dos pueblos, Levalle y Jovita. Iba cada quince días, evangelizaba el pueblo y mientras iba ganando gente para el Señor, empezaba a reunirlos. En ambos pueblos tenía un saloncito alquilado y ahí hacía sus comidas con un calentador que llevaba.

—Claro Uds. son pastores y la nena, bueno —les dijo el Dr. Joffe a mis papis— . . . alguna de esas personas en la iglesia debe haber besado a la nena en la boca y ahí se le propagó el virus de la poliomelitis.

— A mi mamá no le gustaba que todo el mundo me tuviera en brazos, pero bueno, recién llegaban a la iglesia y tampoco podía ponerse tan en duro y era el bebé de la iglesia. Todos me levantaben en brazos. 

—Las fotos que me enviaste, revelan que sucedió algo verdaderamente inexplicable después del gravísimo diagnóstico del Dr. Joffe.

A los 18 meses en el andador
En el autito de Tito



3 añitos.
Entrenando pasear en la vereda.
El pie izquierdo tenía dificultad.

La familia en Laboulaye

Doña Herminia con Mirtha y Tito

—En algún momento, la familia se trasladó a Almafuerte para hacerse cargo de la iglesia allí, ¿no?

—Sí, Almafuerte fue como llegar al paraíso realmente, en muchos sentidos. Pero también allí fue donde aumentó muchísimo la escoliosis.  La desviación de la columna comenzó a notarse  aproximadamente  desde los 6 ó 7 años.  PERO al llegar a la preadolescencia se aceleró muy rápidamente. 
Yo llegué a Almafuerte de nueve años, todavía no había cumplido los diez. Entonces me insertaron en la escuela que estaba prácticamente al lado de la misión. Y, bueno, ahí es todo un episodio con lágrimas y sonrisas. Yo ya estaba en el período de los viajes a Córdoba. Y después ya vino el Instituto Bíblico y la alegría de tener a los estudiantes. 
Los primeros especialistas que estudiaron mi caso de los 11 a los 12 años, era un equipo, del Hospital de Niños de Córdoba. Largo tiempo e interminables interconsultas con especialistas. 
Eunice [hermana mayor, enfermera] preparó la interconsulta con el Dr. Van Domsoler en el  Hospital  Británico. Fue el que me vio allí en el Británico cuando los Hermanos Hoyt nos alojaron.

—Volvamos al tema de esa visita a Buenos Aires y por qué es un recuerdo tan significativo.

—El día que fuimos a buscar la conclusión de lo que pensaban los médicos en el Británico, el principal en ver mi caso, era el Dr. Van Domsoler y ese día teníamos que ir a buscar su opinión final. Fue muy duro todo esto. Estaban mi papá y mi mamá, era tan serio todo. Bueno, yo no estaba consciente de que fuera tan serio todo.
El dijo que iba a ser muy sincero que el caso mío no tenía ninguna esperanza, que no había ninguna forma, ningún tratamiento, ninguna cirugía, nada capaz de frenar esta deformidad y la curvatura de la columna era incorregible y que avanzaría sin duda. Lo dijo con mucha amabilidad. Por primera vez en todas las tantas consultas que había estado yo hasta ese momento en Córdoba, nunca me había asustado. Bueno, es decir,  quizás porque no me lo decían a mi directamente. Yo, sin querer, empecé a llorar, se me caían las lágrimas. Entonces él me abrazó. Recuerdo con qué cariño me atrajo, me apretó contra su pecho, su corazón.  

—No llores, mi hijita, porque el que te mira la carita nunca te va a mirar la espalda —me dijo. 

—Lo cual no resultó cierto —riendo—, pero en ese momento me consoló. Bueno, ¿qué pasó después?
Cuando salimos del hospital, resulta que había estallado la revolución, cuando sacaron a Perón. Ustedes estaban muy asustados porque estábamos en el centro y nosotros ajenos a todo esto. 
Mi papá y mamá, para distraerme me habían llevado al jardín botánico. Habían comprado unos sandwiches para que comiéramos ahí. Pero veíamos cosas raras y el cielo se ponía oscuro y se oían ruidos raros. Entonces vino el guardián del jardín botánico y nos dijo,

—Por favor, váyanse —y nos explicó lo que pasaba.

—Así que, realmente no sé cómo nos trasladábamos en ese tiempo, sin duda algún tren. Y llegamos a tu casa. Tu papá había estado mirando desde la terraza, y orando que llegáramos vivos. Entonces, ¿qué pasó?
Justo ese día había llegado el órgano. Entonces después de cenar . . .
(Tu mamá había hecho, como siempre, una comida tan rica. Hizo waffles, ¡qué cosa rica! Nunca más comí waffles, porque no había waffleras en la Argentina. Parece que ahora hace unos años que están llegando pero todavía no pude ver ninguna por acá.)
Iban a probar el órgano. Entonces, estaba toda la familia alrededor, mi papá, mi mamá, tus papis, tus hermanitos.

—¡Tocá vos primero! ¡Tocá vos primero! —me insististe.

—Y me pusiste al órgano. Y sabés que yo, sin pensarlo realmente, empecé a tocar ese himno "Oh, Dios eterno, tu misericordia ni una sombre de duda tendrá . . . [Mirtha cantando] Oh, tu fidelidad, Oh tu fidelidad." ¿Te acordás Y yo empecé a tocarlo sin pensar realmente. Mi mamá, fue como que recibió una bomba en su corazón. Desde entonces su himno favorito siempre fue ése. Por eso, fijáte qué importante fue ese momento en tu casa. Ella tuvo fe hasta el último día de su vida de que mi columna no iba a empeorar y que se iba a enderezar.
Yo sé que tus padres consolaron mucho a mis papis. Yo fui con vos a tu dormitorio y ahí hablábamos, nos reíamos, nos divertíamos. Y sí, claro, que yo estaba conmocionada, pero tu compañía me hacía tanto bien. Era tan hermoso estar con vos. Te lo quería contar porque fue muy importante para mi. Ese momento en el Hospital Británico tan duro y ese momento tan dulce en tu casa.

—¿Cómo continuó tu trayectoria médica?

—Volvimos a los médicos de Córdoba, pero no ya al hospital de niños, sino me tomó bajo su custodia una doctora creyente, la Dra. Celina Carbonell.
La Sra. Sickel [misionera viuda con más de treinta años de servicio en la Argentina] había comenzado un fondo misionero a los fines de pagar tratamientos de lo mejor que pudiera encontrarse. Estuve internada bastante tiempo en la Clínica Alemana del Profesor Dr. Pablo Busse Grawitz, también creyente.
Allí me hicieron muchísimas clases de pruebas y tratamientos. Muy linda clínica, muy bien atendida, mi mamá internada conmigo, por supuesto, porque también ahí me tenían en cama.
Esa estadía en la clínica alemana me sirvió además de inspiración para después cuando escribí el libro para dos personajes. Yo veía de lejos a los hijos del Dr., Peter tan simpático, y su hermano menor con cara de enojado que me inspiró para el personaje principal.
De allí fui a parar a la Clínica Romagosa, muy famosa, Todo esto con la ofrenda abundante, tan maravillosa, tan misericordiosa que nos sostenía, la Sra. Sickel cuidándonos tanto, fijándose que no nos falte nada, nada en cuanto a tratamiento.
Después de estar en esas clínicas que hicieron lo mejor que había en ese tiempo, incluso la Dra. viajó a EEUU para presentar mi caso en un congreso. Sí, había una operación, pero era sumamente arriesgada en ese tiempo. 

—Herminia, —le dijo a mi mamá—. Yo, si Mirthita fuera mi hija, no le dejaría operar, no hay ninguna garantía.

—Entonces fue cuando decidieron,  la junta médica que eran 32 al final, que me tenían que poner horizontal, porque la columna seguía doblándose. Estaba colapsando un pulmón, o sea aplastándolo y el corazón se puso en posición horizontal. Tengo un corazón acostado, no paradito como los demás verticales. Entonces la única forma era estar acostada de día. Podía levantarme 20 minutos al día para hacer ejercicios correctivos. Me ayudaban mi papá, mi mamá, mis hermanas, cuando estaban en casa.


Mi lugar en el mundo por 5 años

—Yo entré a la cama a los 14 años y salí a los 19. Ah, y de noche yo dormía semicolgada o sea se levantaba la cama con ladrillos debajo de las patas de la cabecera, y tenía un aparato que me tomaba de la mandíbula y de la nuca. El mismo peso del cuerpo mantenía el estiramiento toda la noche. El aparato podía girar de modo que yo podía dormir de costado, boca abajo, boca arriba, como quisiera pero siempre colgadita. Tanto es así que me había salido un callo en la mandíbula de tantos años colgada. Era tan flaquita y pálida, que Sara me titulaba "Florcita de invernadero".
Cuando cumplí 15 años, me llevaron a una casa de fotografía, y me sacaron esta foto. (Parece que me peinaron un poquito también.)


—¿Cómo pudiste superar esas limitaciones extremas?
El breve párrafo que aparece en la contratapa de tu libro explica un poco: Desde mi posición lo que hago es estudiar, leer y escribir. Estoy rindiendo el cuarto año de bachillerato. Brillando para El es el primer libro que escirbo completo. Fue comenzado a los quince años y terminado a los dieciséis. Gracias a Dios puedo seguir escribiendo algo desde la cama algo para El.



Primera edición
Segunda edición

—Y, ¿qué pasó después de esos cinco años?

—En total, durante ese tiempo, había que hacer controles, no sé si cada mes, o cada dos meses, y radiografías. Y Eunice, o alguien, las llevaba para que la doctora y el equipo médico las estudiaran.
Entonces, a todo esto, después de cinco años, cuando fue Eunice a llevar la radiografía, los médicos la llamaron.
—¿Qué pasó acá? —preguntaron.
—¿Por qué? —dijo Eunice.
—Porque el fantasma desapareció —contestaron—. Su hermanita iba a morir antes de los 20 años o iba a quedar paralítica en muy poco tiempo. Se ha detenido la curvatura e incluso se ha extendido un poco, o sea se descomprimió la médula.
—Recién entonces le dijeron toda la verdad a Eunice y ella a mis padres. Había peligro de que se cortara la médula en cualquier momento o que el corazón no pudiera funcionar más o que muriera ahogada por falta de respiración. Nunca me faltó la respiración y eso que tengo un poco menos de la mitad de un pulmón que está funcionando. Yo nunca lo noté salvo que me canso más seguido que las personas que no tienen ese problema.

—O sea que, ¿ahora podías llevar una vida normal?
—Para resumir, como ejemplo de mi vida activa, cuando estuve en Buenos Aires y tomé el trabajo de El Puentecito, también estaba dando clases en un colegio terciario, manejaba el auto de Eunice por toda la ciudad, iba y venía del trabajo. 
En total, a lo largo de mi vida he recibido más de cinco sentencias de muerte segura o de parálisis total. Hasta ahora no pasó nada de eso. Que yo sepa estoy viva. Estoy bien. Aunque actualmente, es una temporada muy difícil por el agotamiento total después de cuidar a Eunice y a mi amado esposo en sus últimos años de vida. El agotamiento es muy difícil de remontar y me afectó la movilidad también. Si el Señor quiere no me pienso ir todavía. Creo que aún me queda algo por hacer. 

—¡Gracias, Mirtha, por compartir la historia de tu vida milagrosa, de 80 años, este 17 de junio!

—Sí, esa es la historia. Es un milagro constante. Los milagros no son siempre muy ruidosos y repentinos. Dios obra como El quiere. En mi caso, no hubo un milagro repentino. Ha sido un milagro diario a través de todos estos largos años. Es un milagro que se vive día tras día, que se hace tan normal y tan natural, que a veces me he olvidado que vivo por milagro. Pero todos vivimos por milagro porque el Señor nos da la cuota de salud que necesitamos cada uno. 

6 comentarios:

  1. Es el mejor homenaje que se puede dar a Mirtha Febe Siccardi Zanetti.
    Amiga, hermana en la fe de muchos, yo soy una, maestra de niños a los que llevó a Cristo, y maestra de todo aquel que quisiera trabajar con niños.
    Hasta su último tramo devida tuvimos contacto, pero no pude verla con vida porque el ACV que se la llevó le impidió el contacto con quienes la amamos.
    Gracias Rita Hoyt por publ se hizoria de amistad.icar

    ResponderBorrar
  2. Leo y releo esta historia y no deja de emocionarme. Fue tan preciosa la vida de Mirta que su luz nos llegó a todos .quienes quienes la conocimis

    ResponderBorrar
  3. Y pudimos ver el milagro que el Señor obró en su físico y en toda ella...Tan fiel, tan dulce, tan luminosa!!! Gracias Dios por la vida de Mirta. Fue Tu luz reflejada en ella.

    ResponderBorrar
  4. Es muy hermoso volver a leer la historia de VIDA de Mirtha. Por ser de Don Bosco y la diferecia de edad no facilitó una relación estrecha... Pero, siempre tuve conocimiento de su Ser especial, lleno de Luz, cristiana

    ResponderBorrar
  5. Tuve el privilegio de compartir juntas talleres literarios y conferencias. Admirable...luchadora. amando a Dios sobre todas las cosas.

    ResponderBorrar
  6. He Sido una gran priveligiada de haber compartido tantos años con Mirta ,,"Miti"para mí,. Su dulzura y buen criterio, su gran bondad, y su enorme optimismo llenaban su vida.
    Recuerdo que pude acompañar con notitas en el periódico "El Puentecito", me sentía como una "casi escritora", bueno ,aspirante,.

    Recuerdo que para pandemia le pedí algunas de sus historias para niños, y me quedé con dos:
    "El pajarito herido"( lastimado ,exacto el título no es), bello, hasta los grandes fue de gran testimonio.
    Y "El negrito que quería tener un con corazón blanco".
    Esas historias tan llenas de inspiración, tocaron a muchos.
    Y sus "ores", cómo me decía, eran mí compañía.
    ""Vamos a rogar al Seño"
    Miti querida, ahora te tengo que escribir al cielo.
    Hasta siempre.
    Abrazos grande desde mí corazón humano que te recontra extraña.
    Lucy.la enfermerita, (así me veo en esa Revista de Ucea "Vocación")

    ResponderBorrar

Pachín