Para ese entonces
deberíamos haber estado en Argentina; en cambio estábamos varados en la ciudad
de Nueva York, esperando nuestro barco, el José Menéndez.
El sábado 1 de septiembre, los
cajones, construidos durante los meses de verano, se empacaron y enviaron a
Nueva York. Mamá y papá también viajaron hacia allá mientras mis abuelos me
cuidaban, como lo habían hecho en ocasiones anteriores. La abuela anotó, como
otras veces en su diario: "Me quedé con Rita", agregando
pequeñas notas como "Ciertamente disfrutamos de la beba. Ella es tan
dulce…! ". Otro día: “Rita no nos trajo ningún problema”.
El martes 4 de
septiembre, mis abuelos y yo viajamos en el viejo Ford por la autopista de
peaje a Dunnellen, Nueva Jersey, y pasamos la noche con los suegros de la tía
Joyce. A la mañana fuimos en tren y ferry a la ciudad. El registro de la abuela
dice: "Nos reunimos con Solon y Kathryn a las 10 en el lugar convenido.
Vi algo de Nueva York. Hice mi primer viaje en subte y comí en un bar
automático ".
Yo no era la única que vivía nuevas experiencias, pero a mis dieciséis meses no eran tan memorables como las de mis abuelos de cincuenta y siete años. No recuerdo, ni siquiera sé, qué era un “bar automático”. Wikipedia me dice que se le conoce comúnmente como: Un restaurante de comida rápida donde se sirven comidas y bebidas sencillas mediante máquinas expendedoras que funcionan con monedas y billetes. En un momento, sólo en la ciudad de Nueva York, hubo cuarenta bares automáticos Horn & Hardart . Cuando en la década de 1950, insertar demasiadas monedas de cinco centavos se volvió poco práctico y los restaurantes de autoservicio se hicieron populares, el bar automático declinó y finalmente cerró.
El 7 de septiembre, un
viernes, fue la primera gran despedida. La abuela escribió: “Fuimos todos a
la ciudad de Nueva York en el tren de las 8 en punto. Conocimos a los Schrock.
. . y bajamos al muelle a ver al José Menéndez, los camarotes pequeños me
llamaron la atención. . . Nos despedimos después de comer apresuradamente en un
bar automático ".
Sin embargo, no fue
así. Las solicitudes de visa para ambas familias se enviaron por correo al
mismo tiempo, pero la nuestra no se aprobó. Ya habían cargado nuestro equipaje
en el barco, pero los funcionarios de aduanas no nos permitieron salir del
país. El barco no zarpó de inmediato, por lo que las dos parejas de misioneros
pasaron el fin de semana juntas, haciendo turismo.
Rita y Papá delante del monumento más fotografiado de Nueva York |
En Times Square se
encontraron con profesores de su universidad que los llevaron a recorrer el
Rockefeller Center, Radio City y hasta la cima del edificio R.C.A. con vista a
la gran ciudad. “Todo está muy bien”, escribió mi mamá más tarde,
“pero cuanto antes nos vayamos de aquí, mejor. Demasiado ruido y suciedad
".
“El sábado por la noche nos subimos a un
autobús de dos pisos y nos dirigimos a la iglesia de Fosdick [Riverside Church]
y también vimos la Universidad de Columbia, que está justo al lado. Los pasajeros
del autobús nos hablaban de la iglesia. Dijeron que es prácticamente una ciudad
en sí misma. Tiene alrededor de cinco cafeterías, canchas de bowling, salas de
club y todo. Todos los asientos del primer piso de la iglesia están reservados
sólo para los miembros ".
El lunes 10 de
septiembre, Mamá escribió a sus padres: “Aquí estamos, todavía en el
Instituto. Algunas cosas están sucediendo, pero no lo que nos gustaría que
sucediese".
En su nota para mis
abuelos, sus suegros, papá explicó: “. . . nos dejaron el viernes por la
tarde. (¿Podré olvidar alguna vez esa lucha frenética por unos bocados de
comida?) Esa misma tarde llamé al cónsul preguntándole si había recibido alguna
información de Argentina. Tenía un cable de nuestro Superintendente que decía
que nuestras visas se enviarían a Chicago el viernes 7. Llamamos a Chicago y no
habían recibido nada. Llamamos de nuevo hoy y todavía no tenemos visas ".
El José Menéndez se retrasó porque “para poder transportar pasajeros desde y hacia Estados Unidos debe haber ciertos dispositivos de seguridad que este barco no tiene”. Para complicar las cosas, esos dispositivos no estaban disponibles en los EE. UU.
Se permitía que un buque de carga transportara a doce pasajeros. Sin embargo, ¡esta vez estaba programado para llevar ciento treinta y cuatro! Sucede que la primera vez que un buque amarra en un puerto estadounidense, debe cumplir con las normas de seguridad estadounidenses. Quizá todavía había esperanzas de que las visas llegaran a tiempo.
El martes papá se enteró de que el José Menéndez finalmente zarparía al día siguiente, 12 de septiembre, a las 12:00 del mediodía. “No tenemos nuestras visas, pero nuestro agente de viajes parece tener algo bajo la manga. No sé si embarcaremos o no, pero lo parece. El Señor es poderoso ".
Al día siguiente
descargaron nuestras pertenencias, nos dejaron en tierra, y mis padres se
preguntaban, ahora qué. Mi pequeña familia estuvo varada, en el limbo, durante
más de tres meses. Yo me pregunto qué deben haber sentido. ¿Habrán dudado de su
vocación?
Diecisiete días
después, un telegrama del cónsul sudamericano anunció la llegada de los
documentos desaparecidos. Era hora de reprogramar el viaje.
Las cartas y los
diarios archivados guardan silencio sobre esas primeras semanas. Una anotación
reveladora en el diario de mi abuela retrata a mi padre como siempre lo conocí,
muy trabajador, sin perder un momento, ocupado con sus manos. "Solon
está ocupado haciendo una silla alta para niños ". Esto me dice que pasamos
un tiempo con mis abuelos en el oeste de Pensilvania.
Llegó un telegrama el
13 de diciembre: “El José Menéndez zarpará el día 18 desde el muelle 29”. La
abuela pasó el día siguiente horneando galletas, haciendo almuerzos y
preparándose para nuestra partida en el ferrocarril de Pensilvania. Había
llegado el invierno. El abuelo y la abuela no nos acompañaron esta vez. Nos
llevaron al tren en Pittsburg. La anotación del sábado dice: "Tuvieron
la suerte de tener una parte superior e inferior en el mismo camarote. El jefe
de estación fue bueno con nosotros y nos dejó subir al tren con Solon y
Kathryn. Llevé a Rita. Es difícil decir adiós ".
Sólo ahora, siendo abuela, empiezo
a comprender el significado de estas últimas palabras y la magnitud del
sacrificio que implica dejar que los seres queridos se vayan tan lejos y
durante tanto tiempo. Una nota anterior revela esta misma lucha: "Este
fue el último servicio de oración que compartiremos con Kathryn y Sam en mucho
tiempo ".
Los Hoyt con
otra huésped del mismo algergue
El día de Navidad de
1945 fue un día solitario y tranquilo para todos. Nuestro barco no zarpó hasta
el día siguiente. El día 26, la abuela describió el único momento brillante que
levantó su espíritu: "Llamé a Kathryn esta mañana y escuché a Rita
decir muy claramente: ´Hola abuela´.
Estaban navegando esta tarde. Fue bueno escuchar nuevamente las voces de
todos ".
El 26 de diciembre de 1945, el
José Menéndez emprendió su última travesía, mi primer viaje por mar.