domingo, 31 de julio de 2022

1957 - Cambios

 

Oleo de Juan Colle: Las sierras


En enero de 1957 se hizo por última vez el Campamento de Verano en El Quebracho (Valle de Calamuchita). A falta de una foto de aquel lugar exacto, aquí hay una pintura al óleo representativa de la zona serrana de Córdoba hecha por un buen amigo. Lo compré como regalo de cumpleaños para mí hace años y está colgado en nuestra sala de estar para recordarme los muchos momentos felices vividos en el campamento en las sierras.
Durante varios años, los misioneros habían estado buscando comprar un lugar para establecer allí un campamento permanente. Alquilaban sitios que no tenían estructuras ni edificios, lo que significaba que cada vez había que instalar carpas y todo el equipo necesario. Margaret Marshall relató lo que sucedía en su carta del 13 de enero de 1957 dirigida a su familia: 
Nuestros campamentos tienen muy pocas instalaciones, pero los 75 jóvenes, desde 15 años en adelante, que estaban allí, parecían pasar un tiempo maravilloso. Preparar el campamento es un montón de trabajo, ya que solo alquilamos un terreno y luego hay que llevar todo y montarlo. Había 2 carpas para chicos, una carpa para las chicas, una carpa cocina, una carpa comedor y salón de clases y varias carpas individuales para las familias.
En noviembre de ese año, la misión finalmente consiguió un lugar perfecto para instalar el campamento definitivo, que ahora está bien equipado con instalaciones permanentes—Campamento Cerro San Lorenzo.  
Margaret Marshall e hijos: David, Peter, Michael

La familia Marshall vivía en la iglesia central de la misión en Río Cuarto. La mayoría de las responsabilidades de hospitalidad recaían sobre ellos. Antes de cada sesión de campamento, comenzaba a llegar gente a toda hora desde varios pueblos para esperar la salida en camión hacia el lugar. Las llegadas tempranas requerían alojamiento y comidas. Y cuando regresaban de su semana en las sierras, se quedaban allí hasta el momento de su viaje de regreso a casa. 
Mientras leía las cartas de Margaret, me di cuenta de cuánto trabajo hizo, de buena gana, pero con mucho esfuerzo.
Me sorprendió enterarme por su correspondencia semanal, que mi mamá había acompañado a cinco chicos al campamento de niños que se extendió del 19 al 24 de enero de 1957.
Alrededor de las 8:30 [jueves 18] llegó el tren de Buenos Aires, trayendo a Kathryn Hoyt y cinco niños con ella, y a Don Bishop con cuatro chicos de Corral de Bustos, así que los atendí y los acomodé para pasar la noche mientras Jim participaba de la Reunión de Oración. Planeaban partir a las 8:00 de la mañana del viernes, pero no se habían hecho arreglos para conseguir un camión lo suficientemente grande para llevar a todos. Recién lograron partir a las 10 de la mañana.
Le había prometido a mi mejor amiga Mirtha que le escribiría muy pronto para contarle todo sobre nuestros viajes. Le conté que nuestro auto cargado, con el Sr. Schrock al volante, había salido del campamento justo después de la última noche, la reunión alrededor del fuego, el fogón, un momento muy especial para compartir lecciones aprendidas y decisiones de vida. En la ruta a Río Cuarto, una vez nos perdimos, y luego tuvimos que parar y ayudar a otro auto de nuestro grupo que tuvo problemas con el carburador. Finalmente llegamos a la misión a las 2 de la madrugada, algunos de nosotros sintiéndonos enfermos. Nos levantamos a las 7:30 a. m. para tomar el tren de las 9 en punto.

A continuación le conté a Mirtha sobre el gran cambio que estaba a punto de afectar a nuestra familia: "Después de tanto lío tenemos la casa y podemos mudarnos cuando queramos." 

Algunos meses antes, los propietarios de las casas que alquilaban los Maconaghy y los Hoyt dijeron que necesitaban sus casas. La misión inició el proceso de compra de una casa para cada una de estas familias misioneras. La nuestra se mudó a Chiclana 1074 en Don bosco, a pocas cuadras de nuestra primera casa y más cerca del Templo recién construido. La última foto de Google Maps, tomada hace un año, revela cambios arquitectónicos, daños y mucho deterioro en el lugar que recordamos con cariño.

Chiclana 1074, julio de 2021

Al otro lado de la calle vivían los Clausen, una encantadora familia danesa que se convirtió en amiga de la nuestra. Pertenecían a otra congregación en un pueblo vecino y organizaban una Hora Feliz en el garaje de su casa todos los jueves por la tarde. Mis amigos y yo asistíamos regularmente. Le conté lo siguiente a Mirtha en una de mis primeras cartas.
Todos los jueves a las seis de la tarde hay una Hora Feliz . . . El maestro se llama Carlos y no sé como se escribe el apellido. Bueno, el jueves pasado dividimos la clase en dos grupos. Uno es de las mujeres y el otro de los varones. Votaron y salí capitana con dos secretarias. Votaron otra vez para los varones y salió un chico llamado Eduardo Clausen. Carlos, el maestro nos dió el deber para este jueves de hacer una composición sobre la criada de Naamán. Nos hizo tres preguntas que teníamos que contestar, son estas: ¿Quién era la niña? ¿Qué hizo la niña? ¿Qué nos enseña la niña? Yo ya lo hice todo y hoy a la tarde lo llevaré.

Es una experiencia inusual e interesante mirar hacia atrás y leer mis reflexiones de cuando era niña. Solo tenía diez años en el momento de escribir eso. 

Otras sorpresas surgieron mientras continuaba leyendo esas viejas cartas. A los doce años escuché por primera vez una versión rumorada sobre el tema ¿De dónde vienen los bebés?

Dora es una chica de mi edad, después de vos es una de mis mejores amigas . . . pasó a primer año como yo. . . 

En cuanto a los secretos esos: a ella le dijeron . . . cuando todavía estaba en el cuarto grado, pero no lo tomó como una cosa de risa y suciedad sino que le preguntó a su mamá y ella le dijo que los hijos se piden a Dios, pero Dora siguió dudando. . . un día me reveló su duda. Yo, que no sabía nada, nada, nada de nada me quedé horrorizada al primer momento y le dije que su mamá tenía razón. . . porque recordaba como oraban mi papá y mamá antes de nacer Aldo y Lynn . . . Pero después no pude quitarme esa idea de la cabeza y le dije a mi mamá: "No es cierto, Mamá, que lo único que se debe hacer para tener un hijo es orar?" Ella me contestó: "No, querida." Después de esa ocasión, me pasó a mi lo mismo que a Dora, pero sólo duró un día porque me dije para mí: "Si fuera algo malo mi papá y mi mamá no lo harían y Dios no lo habría dispuesto así."

Decidimos consultar el asunto con Mirtha, dos años mayor que nosotras. Agradecidas por su esperada respuesta, redactamos juntas una carta de agradecimiento. Aquí está de puño y letra de Dorita. 


¡Cómo han cambiado los tiempos! Sin televisión ni internet, la edad de la inocencia duraba más.

Sin embargo, la radio estaba en todas partes, por lo que se utilizó cada vez más para difundir el mensaje del Evangelio.

El Evangelio está entrando en cientos de hogares varias veces a la semana, hogares a los que de otro modo nunca se llegaría. Muchos miles de radios ahora están ubicados en hogares, automóviles, hoteles, restaurantes y autobuses de toda Argentina. En las ciudades, pueblos y áreas rurales la gente escucha la radio. La televisión aún no se ha apoderado de la Argentina. Todavía estamos en el día de la radio aquí. Y ahora es el momento de usar este método de evangelización. (The Brethren Missionary Herald, 7.12.57)

Lynn Schrock al micrófono

“¿Cuántos aquí esta noche se convirtieron a través del ministerio de la radio?” Esta fue la pregunta que hice a las personas que asistieron a la reunión del domingo por la noche en nuestras Conferencias Generales celebradas en Río Cuarto, en marzo de 1957. Alrededor de media docena de personas allí esa noche levantaron la mano. El Evangelio había llegado a esas personas en sus hogares, porque “estamos en el aire en Argentina”.

El sábado11 de junio de 1955 a las 15:45, la Iglesia de los Hermanos salió al aire con su primera transmisión radial en Argentina, “La Biblia Abierta”. Se eligió ese nombre porque la Biblia es un libro cerrado para los religiosos de Argentina. Razón por la cual están tan lejos de la verdad y de la salvación.
Esa primera audición se transmitió desde la emisora de Río Cuarto, que en ese momento era una estación de tres kilowatts y medio. No mucho después de eso, agregamos otra transmisión para el público en general, y otra especialmente dirigida a los niños con "La Tía Sara" contando historias y con música de niños de nuestra Misión. Todo esto fue en la estación de Río Cuarto. (The Brethren Missionary Herald, 1.02.58)
Esto me recordó otro fragmento de mi correspondencia con Mirtha donde mencioné a la pandilla de la radio. Refiriéndome a la amiga Dora antes mencionada, dije:  "Ella también es de la pandilla radial y siempre que vamos en el omnibus y en el tren ella se sienta conmigo y hablamos de tantas cosas." 
Empecé a recordar esos viajes al centro de Buenos Aires, con nuestro maestro Carlos Maccio, cuando íbamos a un estudio de grabaciones para grabar sketches y música. Una vez canté el Salmo 103. Pude recordarlo por mucho tiempo, pero ahora ya no. Tampoco recuerdo quiénes participaban en la pandilla radial, probablemente los miembros fieles de la Hora Feliz. Sé que volvíamos a casa bastante tarde de esas salidas. Cuál estación de radio transmitía aquellos programas es otro misterio olvidado, pero probablemente tuvo algo que ver con LAPEN (Liga Argentina Pro Evangelización del Niño).

El cambio más grande para nosotros ese año estaba por llegar. Después de cinco años en la Argentina, llegó el momento de nuestra licencia de un año en los EE. UU.



En abril, Nélida Zannetti, graduada del Instituto Bíblico, fue asignada para venir a Don Bosco a cuidar el trabajo en la Iglesia. Fue mi compañera de cuarto durante un par de meses. Más tarde se le unió otra joven, la hermana de Mirtha, Eunice Siccardi.
Hace unos años, escribí la historia de un cumpleaños memorable. 
Fiesta de cumpleaños: mayo de 1957 
—¿Por qué no te ponés tu ropa nueva?— dijo Mamá.

—¿Para qué?— pensé, pero, obedientemente subí a mi habitación y saqué la pollera plisada y el conjunto de suéter haciendo juego.

Habíamos hecho varios viajes a Quilmes, en ómnibus o en tren. Caminamos a lo largo del largo distrito comercial (la calle Rivadavia). Buscamos en numerosas tiendas de telas mi caprichosa elección de colores: rosa y gris. Mamá no se daría por vencida hasta haber encontrado la combinación perfecta de cuadros escoceses. ¡Cómo me encantaba esa pollera de lana! Era ligera y suave y los colores me encantaban. La usé durante muchos años, aplicando cuidadosamente parches imperceptibles en áreas que se habían vuelto raídas.

 Pero ¿por qué ahora, si no pasa nada especial, por qué debo ponerme mi mejor ropa?

Entonces sonó el timbre y empezaron a llegar mis amigos. —¡Feliz cumpleaños!— me cantaron.

Mamá sabía cuánto había extrañado a mis amigas de la escuela primaria. Todas habían regresado a la escuela en marzo, cada una siguiendo un camino diferente. Delia, que había decidido seguir la ruta secretarial, asistía a la Escuela Comercial. Otras que se preparaban para la universidad eligieron el Colegio Nacional. Yo todavía no me había decidido porque en un par de meses regresaríamos a los Estados Unidos por un año, a tiempo para el comienzo de las clases en otoño allí.

 Mamá estaba ofreciendo la comida que había preparado. Podía oler los sándwiches de ensalada de mortadela. A mis amigos les encantaron. También sabía hacer malvaviscos caseros porque en ese momento aún no estaban disponibles en Argentina. Y mi pastel de cumpleaños favorito: la torta de chocolate que nunca falla con glaseado blanco.

 Jugamos, pero sobre todo hablamos. Quería escuchar acerca de sus experiencia en la escuela secundaria hasta ahora. Usaban el transporte público para viajar a Quilmes, la ciudad unos 30 minutos en ómnibus o tren. Unos iban por la mañana, otros por la tarde y también había un turno a la noche. Por lo tanto, el mismo edificio escolar podría albergar tres programas diferentes con una administración y maestros totalmente distintos. Obviamente, las estructuras eran más simples y los sistemas menos complejos que en los Estados Unidos. Pronto lo descubriría por mí misma.
La reunión sirvió también como fiesta de despedida. Un año es mucho tiempo para estar lejos de amigos cercanos. Ya los extrañaba y sabía que nunca podría alcanzarlos en la escuela. 

Pero por ahora, mi mamá me había preparado una sorpresa especial, ya que no solíamos tener fiestas de cumpleaños con nuestros amigos. Aunque los detalles se han desvanecido, los amorosos esfuerzos de Mamá para hacer ese día especial, siguen siendo un dulce recuerdo.

En julio volamos a los Estados Unidos. Vuelvan la próxima vez para seguir esa historia.

jueves, 14 de julio de 2022

Viejas amistades

General José de San Martín

Hace poco me sorprendió gratamente ver una foto de este mural pintado por Amalia Rossetti hace cuarenta años. Los Rossetti eran queridos amigos del tiempo que pasamos en La Carlota. Amalia, la menor de esa familia, era una niña pequeña cuando nosotros nos fuimos de allí.

Reconectarme con viejos amigos y hacer nuevos ha sido una de las alegrías resultantes de compartir mis historias de vida en formato de blog. Investigo para recordar y dar sentido a sucesos de hace mucho tiempo, localizo viejos amigos, aprendo más sobre ellos y descubro historias interesantes.

Amalia estaba casada y tenía una hija de nueve años cuando se convirtió en estudiante de arte en la Escuela de Artes Aplicadas Lino Enea Spilimbergo, filial de la Universidad Estatal de Córdoba. En ese momento, vivía con su esposo y su hija en Tancacha y viajaba 16 km para asistir a clases en Río Tercero. No mucho después de comenzar esta nueva aventura en su vida, descubrió que estaba embarazada nuevamente. Al poco tiempo, surgió una oportunidad que no podía dejar pasar. La escuela de su hija quería un mural del héroe nacional. Había sido un sueño suyo recrear el mural de José de San Martín que tanto había admirado en la escuela donde creció.

El pueblo proporcionó los materiales, y Amalia mezcló algunas de sus propias pinturas con óxidos y pigmentos para ahorrar dinero. Luego, ya embarazada de seis meses, trabajó con esmero en este mural conmemorativo del Libertador de Argentina, Chile y Perú. ¡Tenía que completar su obra maestra en solo cuatro días! La universidad no le permitiría perder más clases. ¡Pudo terminar justo a tiempo para el feriado del 17 de agosto, aniversario de la muerte del General San Martín!

Amalia se graduó después de cuatro años con el título de Maestra de Artes Plásticas y enseñó en una escuela primaria durante dieciocho años. Ella recuerda la experiencia de pintar ese mural como uno de los aspectos más destacados de su viaje artístico. 

El pueblo de Tancacha aún recuerda con agradecimiento su aporte. 

Nos mantuvimos en contacto con varias generaciones de la familia. Su camino de fe con nosotros en La Carlota, en realidad comenzó antes, en otro pueblo.

Mi padre compartió la historia de ese primer encuentro en el Brethren Missionary Herald del 7 de febrero de 1948.

Hace unos ocho meses, un día a las 10 de la mañana dos personas desconocidas llegaron a nuestra puerta. Una era una señora mayor, alta y delgada y la otra, más pequeña y de unos 35 años. Después de unos momentos de conversación supimos que eran madre e hija. . . La madre se había convertido en Huinca no mucho antes y había hecho un viaje especial para hablarle a su hija en La Carlota. Como no se sentía muy capaz de explicar el Evangelio todavía, trajo a su hija a nuestra casa. Allí, durante algunos minutos, escuchamos a la hija hacer su defensa (porque ella fue la que más habló). Después de que pareció satisfecha con su presentación de autodignidad, dijimos algunas palabras explicando el Evangelio y la invitamos a nuestras reuniones. 
Solo un mes después, la hija de 35 años y toda su familia de cuatro hijos obedecieron la voz de Cristo suplicante. "Venid a mí... y yo os haré descansar". 
En sus propias palabras Rosa Rossetti, la hija, cuenta su historia: 

Antes de ser salva, pensaba que Dios no era justo, cuando llegaba a mi vida alguna dificultad, ofensa o angustia. Llena de dudas con respecto a Dios, dije: "¿Qué he hecho yo para merecer este castigo? ¿Dónde está Dios?" Pensé en Dios sólo para hacerlo responsable de mis desgracias, sin darme cuenta de que yo era la culpable.

Intentaba ser buena esposa y mejor madre, y en parte cumplí mis deseos. Pero yo no estaba feliz. Si pensaba en la muerte, un terror indescriptible se apoderaba de mí. A veces pensaba en Dios, y me veía culpable, y entonces me preguntaba: "¿Adónde iré cuando me llegue la hora de la muerte?" ¿Puede Dios perdonar mis pecados?" Traté por todos los medios de justificarme, y convencerme de que serían perdonados, pero mi corazón siempre me condenó.
Un día mi madre me hizo una visita. Traía una carta de su pastor, para dar al pastor de La Carlota. Con mucho miedo me invitó a acompañarla a la casa del pastor para entregarle la carta. Acepté con alegría y nos fuimos. La señora Hoyt respondió a nuestra llamada a la puerta. Le preguntamos si era la esposa del pastor y ella dijo que sí. Mi madre le dio la carta y nos invitó a pasar.
Cuando llamó a su esposo, que estaba en su estudio, recuerdo cómo él bajó apresuradamente las escaleras y amablemente nos invitó a sentarnos. Nos hizo muchas preguntas, y al saber que yo vivía en este pueblo, preguntó si no podían visitarnos. Di mi consentimiento por fuera, pero por dentro pensé que sería mejor que no vinieran porque me avergonzaba de mi vieja casa fea, que siempre estaba patas arriba por culpa de los niños. Pero, por el otro lado, estaba feliz de decir "sí", porque eran tan simmpáticos. 
Unos días después —recuerdo que era un domingo por la tarde, mientras estaba planchando— llegaron. Estaba tan impresentable como mi casa, pero los invité a pasar. En el transcurso de la conversación, el Sr. Hoyt me invitó a las reuniones. Ofrecí varias excusas al principio, pero terminé prometiendo que iría. Unos días después fui, y he estado yendo desde entonces.

Un domingo por la noche, después del mensaje hice una confesión pública de fe en Cristo. Desde entonces me doy cuenta de que Dios no es injusto, sino yo, que hablé a la ligera de Aquel a quien no conocía. Ahora me pregunto: "¿Qué hice yo para que Dios escogiera salvarme de entre los miles de perdidos?" Mi vida ha hecho un cambio completo. Soy feliz, no me avergüenzo de mi casa, solo agradezco tenerla y ofrecérsela a Cristo, como un día le entregué mi vida.

Primera foto de familia en La Carlota

El artículo de papá continuó, 

Rosita inmediatamente tuvo el deseo de aprender todo acerca de la Palabra de Dios y de ver que otros se convirtieran. No olvidaré las veces que le ha dirigido una palabra al que estaba a su lado mientras se ofrecía la invitación. Este deseo por la salvación de las almas es especialmente vivo en relación con sus parientes. 

Ella le escribió a su cuñada y recibió la siguiente respuesta.

San Justo, Argentina

August 13, 1947

Querida cuñada y el resto de la familia:
Es nuestro deseo que al recibir esta carta todos ustedes gocen de buena salud. Estamos todos bien, gracias a Dios. . . 
Bueno, Rosita, recibí el paquete con la Biblia y te lo agradezco mucho. Ahora te voy a decir la verdad. Nuestras opiniones son muy diferentes con respecto a la religión. Mira, Rosita, nos criamos practicando la misma religión, la que existe en toda nuestra familia, y para nosotros no hay otra religión que la que nuestros padres nos enseñaron a amar y respetar desde pequeños. Para nosotros hay un solo Dios y una sola iglesia y esa es la católica. 
Me decías que todo lo que dicen en la iglesia católica es mentira. Puede ser, pero lo mismo podríamos decir de la Iglesia Evangélica, ¿no? No quiero discutir nada en la Iglesia Evangélica. Puede que esté muy bien, pero para mí solo hay una religión, Rosita, y es la católica. Con esa religión me crié. La he defendido, y espero seguirla toda la vida Para mí no hay otra religión, ni quiero que mis hijos tengan otra. No sé lo que pensarás pero ni yo ni Félix estamos dispuestos a cambiar de religión. Somos bautizados. Hemos comulgado. Nos hemos casado y tenemos a nuestra pequeña hija bautizada y confirmada en la Iglesia Católica. ¿Por qué deberíamos cambiar nuestra religión ahora para ser evangélicos, que es una religión contraria a la que hemos practicado toda nuestra vida?
No, Rosita, lamento tener que decirte que no compartimos tu opinión. Mi marido dice que le cuesta creer que , por encima de todos los demás miembros de la familia, hayas tomado esta decisión. 
Hablé con tu hermano, José, y él tampoco comparte tus ideas. Es católico y no le interesa saber nada de los evangélicos. Hace bien en defender su religión. Por eso hacemos lo mismo. No te ofendas por lo que he dicho. Cada uno tiene sus propias ideas y creo que esa es la única verdadera libertad que tenemos en esta vida. Si pudiéramos conversar de estas cosas tendríamos muchos puntos que tocar, pero es mejor dejarlo de lado.
Además, les diré que siempre ha sido mi gran ambición enviar a Betty al colegio de monjas donde practican la verdadera religión católica. Si Dios quiere, el próximo año podré hacerlo. 
Sin nada más que decir, y esperando no haberte ofendido, te envío mis mejores deseos y besos.

Anita 

Rosita respondió de inmediato y le aseguró a Anita que no estaba enojada ni ofendida, solo apenada y triste por su falta de voluntad para leer la Biblia y conocer la verdad.
No quiero insistir. Sólo añadiré que si es propósito de Dios salvarlos por medio del Evangelio, aunque se resistan, Él los salvará. . . 
Además, no soy la única que ha entendido que la religión de sus padres no era la mejor. No te sorprendas tanto, Félix, porque papá y mamá fueron los primeros en comprender. Odilia también se ha convencido de la verdad del Evangelio. . .
El día treinta y uno de este mes cada uno de los que estamos estudiando en el Instituto Bíblico aquí en La Carlota tendremos una pequeña parte en el programa de la tarde. Habrá tres charlas, una sobre nuestro estado de pecado, otra sobre la vida eterna y la última sobre los medios para obtener esa vida eterna o salvación por gracia. El último tema es maravilloso y será mi parte. Estoy muy feliz. Tal vez te envíe lo que voy a decir. . . 
Odel, de quince años, agregó una nota al final instando a su tía y tío a asistir. 
Yo también estoy bautizado y confirmado en la Iglesia Católica, pero igual asistía a las reuniones evangélicas. Pueden hacer como yo y no van a perder nada. Al contrario, van a ganar. Les dará mucho qué pensar.
Trágicamente, Félix murió poco después en una explosión en su trabajo y su hija de trece años también. Ella acababa de pasar a llevarle un mate. Una pérdida profunda y pesada para Anita, que quedó y con una hija de un año. Era muy buena mujer. Sólo Dios, que ve los corazones, sabe cómo respondió ella a la paz y el consuelo que Él le ofreció.

Rosita, o doña Rosa, fue bautizada en 1948 durante la conferencia anual en Río Cuarto.


En el reverso de la foto:

Memoria de la conferencia de Río Cuarto y del día que pasamos por las aguas del bautismo, identificándonos así con nuestro Señor Jesucristo.
10 de febrero de 1948



Cuando Amalia tenía solo cuatro años, la familia se mudó a Buenos Aires para reunirse con sus abuelos. Una vez más, nuestras familias estaban relativamente cerca. Ella escribe sobre visitas a nuestra casa en Don Bosco. Hago mención de una de ellas en el capítulo "1954".
Tengo muy lindos recuerdos de ustedes cuando vivian en Don Bosco. Con mamá íbamos a vuestra casa porque mi mamá le arreglaba la ropa a tu familia y yo jugaba con Lynn y Aldo a los palitos chinos que me encantaban y muchos otros que ya no me acuerdo y allí era cuando tu mamá preparaba esa ensalada tan rica (que me parece estar saboreándola) con lechuga banana manzanas ácidas cortadas en cuadritos y esa mayonesa preparada con leche condensada, vinagre de vino y aceite, que rica!... Todavía mi paladar la saborea.
Mi hermano Lynn en sus memorias escritas a mano, hizo mención de estos amigos.

Viejas amistades 

Debido a que muchos de nuestros amigos originales en Buenos Aires tenían raíces en el interior, mantuvimos lazos estrechos con ellos, y tuvimos la oportunidad de visitar algunas de sus casas. 

Una de esas familias, que era especialmente querida para nosotros, era la familia de Anselmino/Rossetti/Tognoli. Los viejos, los Anselmino, eran los patriarcas de la familia. 
Todos vivían en otro ramal de la línea del tren, que pasaba por otras localidades y terminaba en el mismo destino, La Plata. Al principio, papá comenzó un estudio bíblico en su casa. A menudo yo lo acompañaba, posiblemente porque era demasiado problemático para mamá. Tuvimos que tomar el tren hasta Plaza Constitución, luego regresar en la otra línea, luego tomar un autobús hasta un destino a dos cuadras de su casa. Siempre disfruté de aquellas visitas. 
Tenían una forma de vida pintoresca. Los ancianos vivían en una casita en medio del terreno, los Tognoli en la casa al fondo y los Rossetti en la parte delantera del terreno. Teníamos el estudio bíblico en la casa de Anselmino, ya que tanto el Sr. Rossetti como el Sr. Tognoli no estaban muy interesados en el tema. Solía jugar con la hija muy pequeña de los Rossetti, Amalia, que tenía más o menos mi edad. Sus hermanos y su hermana eran mucho mayores, de hecho su hermana había sido mi niñera en La Carlota donde pasamos los dos primeros años de mi vida. 
Los Anselmino mantuvieron una huerta que ocupaba cada centímetro del lote con la excepción del caminito que conectaba las viviendas. 
Recuerdo que los viajes eran largos, el transporte estaba totalmente desgastado y en el ómnibus había al menos tres veces más personas de las que cabían incluso con la mínima comodidad. Los ómnibus en aquel tiempo no solo estaban abarrotados, sino que, ahora que entiendo algo de mecánica, me doy cuenta que ni siquiera comenzarían a pasar una inspección de seguridad; el embrague estaba desgastado hasta donde casi no quedaba superficie de fricción, y el sistema de escape probablemente no existía.

Mis padres tuvieron el privilegio de festejar con las tres generaciones el 50 aniversario de bodas de Humberto y Dominga Anselmino, el 17 de marzo de 1960.  



Una hermosa meta en la vida es transmitir la verdad del Evangelio a las próximas generaciones. “No esconderemos estas verdades a nuestros hijos; diremos a la generación venidera de las gloriosas obras del Señor, de su poder y de sus grandes milagros (Salmo 78:4 NBV)”. 

Pachín